Desde su consagración en 1902 hasta su impacto en la sociedad actual, esta práctica ha dejado una huella profunda en la vida espiritual de los colombianos.
¡Señor mío y Dios mío, Jesucristo! Contemplando reverentemente tu corazón, ardiente de amor y herido por nuestros pecados, ratifico cada día mi consagración bautismal a ti,...